January 16, 2020

Antonio Banderas

Antonio Banderas

Source: Bigstock

How funny it is when silly political correctness gets tangled up. The latest case has been a description of the Spanish actor Antonio Banderas (in magazines such as Vanity Fair and Deadline) as one of the few candidates “of color” nominated for an Oscar.

Banderas was born in wonderful Malaga, perhaps the friendliest city in Spain, with the highest ratio of bars per square meter in Europe. The mulatto Alexandre Dumas loved her famous sweet wines and that other mestizo prince of literature, Alexander Pushkin, probably tasted Malaga wines in St. Petersburg before his mortal duel.

Today in Malaga very incorrect jokes are made about the color of their natives, heirs of a splendid cocktail of many different cultures. If Antonio Banderas is “of color,” and that, according to the Anglo-Saxon canon of political correctness, means being black, then most Spaniards are black-skinned. Well, everything is relative in order of climates and each one depends on the color of the glass…

It is true that when Banderas goes sailing he gets more of a bronze tone, as opposed to the pinky one of any New England aborigine. The same thing happens to me, causing the envy of redheads with freckles who in summer resemble a lobster thermidor. We acquire our own grade of brown sugar and the color varies as much as the seasons of the Mediterranean world.

“It is true that when Banderas goes sailing he gets more of a bronze tone, as opposed to the pinky one of any New England aborigine. ”

And what to say about hot latitudes! In sensual Cuba they distinguish their splendid women in tones that range from golden blond to pitch-black. The chromatic scale of the different skins is fabulous and deserves an effort beyond that general banality “of color.”

Also, why is it understood that “of color” is only applicable to black? It is an absurd reduction of people with limited language, since it may go from café au lait to jet black. And, if they don’t consider white to be a color (the painter Antonio Villanueva thinks that white is the sum of all colors, while black is its absence), what about red or yellow skins?

The pagan Olympian Goethe exposed a psychological theory of color according to our experience in Zur Farbenlehre. But, for the rest of humanity, a scale of aromas, texture, or nourishment may be more reliable. If Gore Vidal thought that the Japanese smell like orange, humanist Luis Racionero confesses that the skin of some Chinese beauties is as soft as an eggshell.

And what about the great traveler Patrick Leigh Fermor, who dared to give us an assessment of the anthropological menu of the fierce old Caribbean, where males were devoured and the women imprisoned to give new blood to the race: “French people were considered delicious, and by far the best of the Europeans, next came the English. The Dutch were dull and rather tasteless, while the Spanish were so stringy and full of gristle as to be practically uneatable.”

The colored Zorro Antonio Banderas must be laughing at such nonsense. All of it excellent publicity for his Oscar.

(The article in its original Spanish immediately follows.)

El Color del Zorro

Qué divertido resulta cuando a la muy estúpida corrección política se hace la picha un lío. El último caso ha sido la descripción del actor español Antonio Banderas (en medios como Vanity Fair o Deadline), como un actor de color candidato a ganar el Oscar.

Banderas nació en la maravillosa Málaga, tal vez la ciudad más simpática y con más bares por metro cuadrado de Europa. El mulato Alejandro Dumas gustaba de sus dulces vinos dorados y otro príncipe mestizo de las letras, Alexander Pushkin, pudo probarlos en San Petersburgo antes de batirse en duelo mortal.

Hoy en Málaga se hacen chistes muy incorrectos sobre el color de sus nativos, herederos de tan diversas culturas. Si Antonio Banderas es “de color”, y eso, según el canon anglosajón de la corrección política, significa ser negro, entonces la mayoría de españoles somos de piel negra. Bueno, todo es relativo en esto de climas y latitudes y cada uno es del cristal de la copa con que se mire…

Es cierto que cuando Banderas sale a navegar se broncea mucho más que cualquier aborigen de New England. A mí me pasa lo mismo, provocando la envidia de los pelirrojos con pecas que en verano semejan una langosta Thermidor. Nosotros adquirimos un tono propio de mulato rumboso y el grado varía tanto como las estaciones del mundo mediterráneo.

En la Cuba sensual distinguen a sus espléndidas mujeres en tonos que van de la rubia dorada a la negra retinta. La escala cromática de las diferentes pieles es fabulosa y merece un esfuerzo más allá de esa banalidad generalista “de color”.

Además ¿por qué se sobreentiende que “de color” solo es aplicable al color negro? Es una reducción absurda de gente con lenguaje limitado, pues puede ir del café con leche al azabache. Y, si no consideran que el blanco es un color (el pintor Antonio Villanueva me dice que el blanco es la suma de todos los colores mientras que el negro es su ausencia), ¿qué pasa con los pieles rojas o los amarillos?

El olímpico pagano Goethe esgrimió una teoría psicológica del color según nuestra experiencia en Zur Farbenlehre. Pero, para la humanidad, posiblemente sea más fiable una escala de aromas, textura o alimentación antes que el color de la piel. Si Gore Vidal opinaba que los japoneses huelen a naranja, el humanista Luis Racionero confiesa que algunas bellezas chinas tienen la piel tan suave como el interior de la cáscara de un huevo.

Y qué decir del gran viajero Patrick Leigh Fermor, quien se atrevió a darnos una valoración del menú de los fieros caribes, los cuales devoraban a los machos mientras hacían prisioneras a sus mujeres para dar sangre nueva a la raza. Por lo visto la carne más codiciada era la de los galos, tierna y sabrosa. Después venían los ingleses (¿una muestra de patriotismo coñón? ¡La dieta británica es insulsa!). Los españoles eran considerados demasiado cartilaginosos y su carne dura en exceso para el afilado colmillo caribe. Y los holandeses eran el último plato por su falta de sabor, una carne demasiado protestante.

El “coloreado” zorro Antonio Banderas (de noche todas las gatas son pardas) se estará tronchando de risa por la tontería mediática de tanto cursi que se la coge con papel de fumar. Aunque puede ser buena publicidad para su Oscar.

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