December 26, 2019
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(The article in its original Spanish immediately follows.)
Tell me what you drink and I’ll tell you how you love. There is an undoubted relationship between love and alcohol. According to scientists at the University of Birmingham, the effects of the so-called love hormone (oxytocin) and a good cocktail have striking similarities. Both increase sociability, generosity, and empathy; they also stop anxiety, fear, and stress.
But Dorothy Parker already knew that:
I like to have a martini
But two at the very most.
After three I’m under the table,
After four I’m under my host.
A hangover is treated with a pitcher of Bloody Marys; and a broken heart, with another love. In both cases, to get ahead, the quickest solution is always hanky-panky!
According to a French lady: Love is a je ne sais quoi, it starts you don’t know how, you get in bed you don’t know where, and it ends you don’t know when. And there is always an ideal cocktail for every encounter!
History shows that abstemious vegetarians fall in love less and are more cruel, calculating, and boring. It is not by chance that the vast majority of modern dictators hate hedonism and lack any sense of beauty. They are vulgar braggarts of sobriety who only get drunk, or fall in love, with power.
Stendhal wrote that in life we find four different types of love:
(1) Passion: like that of Tristan and Isolde.
(2) Pleasure: a gallant desire like that of “the sweet days before the French Revolution,” from which the lame Talleyrand, a great diplomat and seducer, capable of having sex with three generations of the same family, learned so much. For some reason he said that betrayal is a simple matter of the calendar.
(3) Physical: “While hunting, to find a fresh and glowing peasant running through the forest is more of an attraction than chasing a deer.”
(4) Vanity: One can summarize this by remembering that for the bourgeois a duchess is never older than 30.
As the malicious Somerset Maugham points out, for Stendhal the passions were quite cerebral, and possessing a woman was first and foremost a satisfaction of his ego (that little Argentinean we all have inside). As in dealing with girls he was clumsy and timid, the conquest filled him with security, and he helped himself with a striking wardrobe to camouflage his ugliness.
But in matters of love, Maugham’s tastes were very different. Also in alcohol. He liked to add a few drops of absinthe to his dry martini (so that the molecules would lie sensually on top of one another).
In my experience, love-delirium tremens (the alcoholic crystallization of the object of desire) combines all four categories. It is as exciting as it is dangerous, and one can end up like the poet Li Po, who drowned intoxicated while trying to embrace the reflection of the moon in a river.
No doubt there is an art of love and an art of drinking.
Amoroso Delirium Tremens
Dime lo que bebes y te diré cómo amas. Existe una indudable relación entre amor y alcohol. Según científicos de la Universidad de Birmingham, los efectos de la llamada hormona del amor (la oxitocina) y una buena copa presentan sorprendentes similitudes. Ambos aumentan la sociabilidad, generosidad y empatía; también frenan la ansiedad, el miedo y el estrés.
Pero eso ya lo sabía Dorothy Parker:
I like to have a martini
But two at the very most.
After three I’m under the table,
After four I’m under my host.
La resaca del alcohol se trata con un jarra de Bloody Mary; la del corazón roto, con otro amor. En ambos casos la solución es más madera o hanky panky.
Según la definición de una dama francesa cum laude en artes amatorias: El amor es un je ne sais quoi, que empieza no se sabe cómo, te encama no sabes dónde y termina no se sabe cuándo. Y siempre hay un cocktail idóneo para cada encuentro.
La Historia demuestra que abstemios y vegetarianos se enamoran menos y son más crueles, calculadores y aburridos. No por casualidad la mayoría de dictadores modernos odia el hedonismo y carece de sentido de belleza. Son vulgares fanfarrones de la sobriedad que solo se emborrachan, o enamoran, de poder.
Sthendal escribió que en la vida encontramos cuatro tipos de amor diferentes:
(1) El Amor Pasión: como el de Tristán e Isolda…
(2) El Amor Placer: un deseo-Kama galante y civilizado como el de “aquellos dulces días anteriores a la revolución francesa,” del que tanto aprendió el cojo Talleyrand, gran diplomático y seductor capaz de encamarse con tres generaciones de la misma familia. Por algo decía que la traición es una simple cuestión de fechas.
(3) El Amor Físico: “Estando de caza, encontrar una lozana y fresca campesina que huye por el bosque y nos llama mucho más la atención que cualquier venado”. Me parece que tal definición es del filósofo vitalista Ortega y Gasset.
(4) El Amor Vanidad: Una duquesa no tiene nunca más de treinta años para un burgués.
Según apunta el malicioso Somerset Maugham, para Stendhal las pasiones eran bastante cerebrales y el poseer a una mujer era ante todo una satisfacción de su ego (ese pequeño argentino que todos llevamos dentro). Como en el trato con ellas era tímido y apocado, la conquista le llenaba de seguridad y se ayudaba de un vestuario llamativo para camuflar su fealdad.
Pero en materia amorosa los gustos de Maugham eran bien diferentes. También en alcoholes: Le gustaba añadir unas gotas de absenta a su Dry Martini “para que las moléculas yazcan sensualmente una encima de otra”.
Gracias a mi experiencia puedo añadir el amor delirium tremens (la cristalización alcohólica del objeto de deseo), que combina los cuatro tipos de Stendhal y más allá. Es tan excitante como peligrosa, y uno puede acabar como el poeta Li Po, que se ahogó embriagado al intentar abrazar el reflejo de la luna en un río.
Sin duda hay un arte de amar y un arte de beber.