Dry January, or Not - Taki's Magazine

January 23, 2020

Source: Bigstock

I am glad to announce that the hysterical campaign orchestrated by abstemious Britons (rara avis) has been a complete failure in France. The new salvation army infiltrated government health organizations intending to prove to the Gauls the benefits of surviving the month of January without tasting a drop.

That would have meant the outbreak of a new bloody revolution, since those abstinent Robespierres never rest.

Fortunately, President Macron, so mellifluous in other matters, has declared himself against such a totalitarian measure and proudly claims to be a regular wine drinker.

The fight against the Teetotalitarian Terror has united writers, shopkeepers, clochards, artists, cocottes, bankers, proletarians, and even politicians. “We have the right to have a drink!” says the alcoholic fraternity.

And for chef Alain Ducasse, who has multiple Michelin stars, fighting Dry January has become a personal crusade. Tired of seeing diners fearfully sipping a single glass of wine or aspiring merely to a green tea bacchanal, he has decided to lower the prices of the wonderful wines of Bordeaux and Burgundy that he keeps in his cellars.

That is an act of fabulous generosity for a Frenchman, but it connects with the classical wisdom of Montaigne, who already recommended his countrymen drink more and better:

“Drinking in the French style, moderately and only at meals, is to restrain the favours of god Bacchus. More time and constancy are required. In the end, getting drunk is almost the last pleasure that the passing of years affords.”

At this point in history we already know that the highest of civilizations can fall into barbarism when wine is prohibited. Is it perhaps because alcohol—a word of Arabic origin that I like to translate as “the healing spirit”—has been considered a divine gift, the reason why it is so feared by terrestrial misfits?

“French culture has always been tolerant of the vices that make life more friendly.”

French culture has always been tolerant of the vices that make life more friendly. Champagne for breakfast, pastis as appetizer, wine at lunch, Armagnac at afternoon backgammon, eau-de-vie under the pillow, and so on.

But I am surprised that some claim that Dry January is successful in England. I do not know what British tribe in question will be abstemious, since most of my English friends (of all different feudal estates) drink as if there is no tomorrow. Although something is changing in Londonistan. Now some contemporaries defend the fashion of getting drunk…just one day a week!

Abstinence, whether alcoholic or sexual, is hysterically overrated.

(The article in its original Spanish immediately follows.)

Me alegra comprobar que la histérica campaña orquestada por unos abstemios ingleses (rara avis) en Francia ha sido un completo fracaso. El nuevo ejército de salvación se infiltró en organizaciones de salud gubernamentales y pretendía que los galos probasen las bondades de sobrevivir el mes de enero sin probar una copa (lo llaman Dry January: enero seco).

Eso hubiera significado el estallido de una nueva revolución sangrienta, pues los abstemios Robespierre nunca descansan.

Afortunadamente el presidente Macron, tan melifluo en otras cuestiones, se ha declarado en contra de tal medida totalitaria y afirma orgulloso ser bebedor habitual de vino.

La lucha contra el Terror abstemio ha unido a literatos, tenderos, clochards, artistas, cocottes, banqueros, obreros y hasta políticos. “¡Tenemos derecho a tomar una copa!”, exigen con fraternidad alcohólica.

Y para el chef Alain Ducasse, que cuenta múltiples estrellas Michelin, luchar contra el Dry January se ha convertido en una auténtica cruzada personal. Harto de ver a comensales sorbiendo con miedo una sola copita de vino o aspirando a una triste bacanal de té verde, ha decidido rebajar el precio de los maravillosos vinos de Burdeos y Borgoña que guarda en sus bodegas.

Eso es un acto de generosidad fabuloso para un francés, pero entronca con la sabiduría clásica de Montaigne, quien ya recomendaba a sus compatriotas beber más y mejor:

“Beber a la francesa, moderadamente y solo en las comidas, temiendo por la salud, es recortar demasiado los favores del dios Baco; es preciso ocupar más tiempo y desplegar más constancia en el beber. Al final, embriagarse es casi el último placer que nos desvela el transcurrir de los años.”

A estas alturas de la Historia ya sabemos que la más alta civilización puede caer en la barbarie cuando prohíbe el vino. ¿Será tal vez porque el alcohol—un término de origen árabe que me gusta traducir como El Espíritu Sanador—ha sido considerado un regalo divino, la razón por la cual es tan temido por los meapilas terrestres?

La cultura francesa siempre ha sido tolerante con los vicios que tornan más amable la vida. Champagne para desayunar, Pastis de aperitivo, vino en el almuerzo, Armagnac en el backgammon de la tarde, eau-de-vie bajo la almohada, etcétera.

Pero me sorprende que algunos afirmen que el Dry January tiene éxito en Inglaterra. Ignoro qué tribu británica en cuestión será la abstemia, pues la mayoría de mis amigos (de todos los estamentos feudales) beben como si no hubiera un mañana. Aunque algo está cambiando en Londonistán. Ahora algunos modernos defienden la moda de emborracharse ¡solo un día a la semana!

La abstinencia, ya sea alcohólica o sexual, está histéricamente sobrevalorada.

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