April 16, 2020
Source: Bigstock
Envy and denunciation abound with fanatic ardor against those who dare to circumvent the confinement in Spain. The last case has been carried out by the former president, Mariano Rajoy, walking alone and at a very good pace on a street in his neighborhood. A neighbor—jealous of Rajoy’s audacity—filmed him, and this now occupies all the front pages, with commentators retaliating against the lack of solidarity of the conservative leader.
Was there any danger to anyone? It does not seem so, but currently Spain is living the hardest confinement in Europe, and the draconian measures of Pedro Sánchez’s socialist-communist government (everybody at home to watch televisión!) are at risk of suffering a social Krakatoa explosion.
Another case, even more ridiculous, was the expulsion of a solitary navigator who anchored his sailboat on the paradisiacal Espalmador islet, between Ibiza and Formentera. His splendid isolation drew jealous criticism, especially when cyber-torquemadas denounced him for kayaking or strolling among the dunes. Was it a social risk? No, except to arouse the envy of those confined within four walls. The authorities forced the sailor to return to the port of Valencia, where they are still amazed that he has returned.
The government of Spain has gone from conscious frivolity, in which massive feminist manifestations were encouraged, changing a few days later to an enforced state of alarm with a whiff of totalitarianism. You can only go outside to make an essential purchase (tobacco, vodka, lentils, toilet paper, etc.) or to take the dog for a walk. If you get caught playing with the child, swimming on the beach, or taking a walk in the countryside, they will fine you 600 to 30,000 euros. And to date, there are more than 650,000 fines for doing so.
The situation in Spain is dramatic, and its mortality rate from coronavirus is the highest in the world. The health system, despite the heroic dedication of doctors and nurses, has experienced a tragic collapse similar to that of Italy. Despite all the verbal diarrhea of a government that boasts of being progressive, we were not prepared and the crisis has caught us with our pants down.
In the midst of terror the jokes multiply, and a sense of humor saves us from desperation. Some even say, with macabre humor, that the exhumation of the remains of Francisco Franco has led to a curse such as that of the opening of Tutankhamun’s tomb.
In October of last year Franco was removed from his grave in the Basilica of Valle de los Caídos at the insistence of Pedro Sánchez, reopening wounds that appeared to have been buried by the Democratic Transition. And just two weeks later, in a juggling of Marxist principles (Groucho: “Those are my principles, and if you don’t like them…well, I have others”), he sent S.M. Don Felipe on official visit to Cuba. Perhaps President Sánchez and his associates prefer communist dictatorships, or only fight dictators after they have died.
General Franco ruled as dictator for forty years and was possibly the greatest socialist in the history of Spain. Incidentally, he also provided humanitarian aid to Fidel Castro’s Cuba. Both were of Galician origin, and Franco, like all the military men of his generation, remembered well the war between Spain and the United States, which led to Spain’s loss of Cuba, Puerto Rico, and the Philippines in 1898.
The Sánchez government boasted a lot about the exhumation. At the same time, they neglected the WHO warnings about the coronavirus. And now, after their tremendous ineffectiveness, he extends a state of alarm that curtails many freedoms. He’s the closest thing to a dictator since 1975!
And the Spaniards, from Rajoy to the solitary navigator, wonder when we will end the harsh confinement. There is a desire for flexibility among the population locked up at home for fear of the plague and the fines. It will be as always, a fight between security and freedom. And they would do well to do massive testing, although nobody knows where they put them…
Naturally, we will have to listen to the experts and avoid an uncontrolled stampede. But it is time to trust the responsibility of people, already very aware of the viral horror and their own safety. A matter of democratic health and of believing in ourselves.
(The article in its original Spanish immediately follows.)
Dictadura y Confinamiento
La envidia y la denuncia abundan con ardor fanático ante quien ose burlar el confinamiento en España. El último caso ha sido protagonizado por el ex presidente del gobierno, Mariano Rajoy, caminando solo y a muy buen paso por una calle de su urbanización. Ha sido grabado por algún vecino celoso de su atrevimiento y ocupa todas las portadas, con comentaristas desgañitándose ante la falta de solidaridad del que fuera el líder conservador.
¿Suponía algún peligro para alguien? No lo parece, pero actualmente España vive el encierro más duro de Europa y las medidas draconianas del gobierno socialista-comunista de Pedro Sánchez (¡todos en casa a ver la televisión!) corren el riesgo de sufrir la explosión de un Krakatoa de hartazgo social.
Otro caso, todavía más ridículo, fue la expulsión de un navegante solitario que fondeaba su velero en el paradisiaco islote Espalmador, entre Ibiza y Formentera. Su espléndido aislamiento atrajo celosas críticas, especialmente cuando los torquemadas cibernéticos denunciaban que salía hacer kayac o paseaba entre las dunas. ¿Suponía algún riesgo social? No, salvo despertar la envidia de los confinados entre cuatro paredes. Las autoridades han forzado al marino a regresar al puerto de Valencia, donde todavía se asombran que haya vuelto.
El gobierno de España ha pasado de una consciente frivolidad en que se alentaban multitudinarias manifestaciones feministas a, pocos días después, ordenar un estado de alarma de ribetes totalitarios. Solo se puede salir a la calle a hacer alguna compra esencial (tabaco, vodka, lentejas, papel higiénico, etcétera) o para sacar a pasear al perro. Si te pillan jugando con el niño, nadando en la playa o dando un paseo por el campo, te ponen una multa que va de los 600 a los 30.000 euros. Y llevamos más de 650.000 denuncias.
La situación de España es dramática y su tasa de mortalidad con el coronavirus es de las más elevadas del mundo. El sistema de salud, pese a la entrega heroica de los sanitarios, ha vivido un trágico colapso parecido al italiano. Pese a toda la diarrea verbal de un gobierno que presume de progresista, no estábamos preparados y la crisis nos ha pillado en bragas.
En medio del espanto las bromas se multiplican gracias a la coña fresca y marinera del pueblo. Hay quien dice, con humor macabro, que la exhumación de los restos de Francisco Franco ha supuesto una maldición como la de la apertura de la tumba de Tutankamón.
En octubre del año pasado Franco fue sacado de su tumba en la basílica del Valle de los Caídos por el empeño personal de Pedro Sánchez. Eso abrió de nuevo heridas que parecían haber sido enterradas por la Transición democrática. Y solo dos semanas después, en un malabarismo de principios marxistas (Groucho: “Estos son mis principios, pero, si no le gustan, tengo otros”), mandó a S.M. Don Felipe en visita oficial a Cuba. Tal vez el presidente Sánchez y sus socios prefieran las dictaduras de corte comunista o solo luchen contra dictadores una vez hayan muerto.
El general Franco mandó como dictador durante cuarenta años y posiblemente haya sido el mayor socialista de la historia de España. Por cierto que también prestó ayuda humanitaria a la Cuba de Fidel Castro. Ambos eran de origen gallego y Franco, como todos los militares de su generación, recordaba bien la guerra entre España y Estados Unidos, que supuso nuestra pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898.
El gobierno de Sánchez presumió mucho de su hazaña desenterradora. Al mismo tiempo, descuidó mucho los avisos de la OMS sobre el coronavirus. Y ahora, tras su tremenda ineficacia, prorroga un estado de alarma que cercena muchas libertades. ¡Es lo más parecido a un dictador desde 1975!
Y los españoles, desde Rajoy al navegante solitario, nos preguntamos cuando saldremos del durísimo confinamiento. Hay deseo de una flexibilización entre la población encerrada en casa por miedo a la peste y a las multas. Será como siempre un pulso entre seguridad y libertad. Y harían bien en hacer test, aunque nadie sabe dónde están
Naturalmente que habrá que hacer caso de los expertos y evitar una estampida descontrolada. Pero también hay que creer en la responsabilidad de la población, muy concienciada ya con el horror vírico y su propia seguridad. Cuestión de salud democrática y de creer en nosotros mismos.