March 19, 2020
Don Juan Carlos has been one of the best kings in the history of Spain. His work was essential in bringing about democracy and the current Constitution peacefully in troubled times, during which both the people and the Armed Forces behaved generously. He also thwarted the coup d’état in 1981. He is a master of gesture—reaching the world more effectively than any speech. Few doubt he has been the best ambassador of Spain, achieving open relations, prestige, and harmony.
The parliamentary monarchy has helped the spectacular development of Spain. Unlike many opportunistic politicians who only think for four years, the monarchy has always set an example. Above any anachronistic romanticism, the monarchy has a true usefulness that always helps others before helping itself, and is symbolic of a united Spain.
Perhaps that is why the monarchy is vilely attacked in the person of Don Juan Carlos, who, although he has abdicated in favor of Don Felipe, is also still the king. Only the cursis call him Emeritus, the same cursis or puritans who consider it a mortal sin that he has lovers, that he is a hunter, that he drinks alcohol and smokes cigars; the same lukewarm people who were up in arms when he famously said, “Why don’t you shut up?!”—putting an end to the verbal diarrhea of a Venezuelan tyrant.
But his relationship with Corinna Larsen has put him in the media’s crosshairs. His trip to Botswana in 2012 continues to rankle. There, the royal hip was broken, a scandal exploded, and the hunt for the king began. But Don Juan Carlos is a great connoisseur of the Spanish people and surprised everyone when he said he was sorry (something that no politician—and we’ve certainly had disastrous ones—ever did).
And now Anticorruption is investigating Don Juan Carlos for his connection to accounts of 100 million euros in tax havens, which come from those disastrous years. They are thought to be commissions for the AVE (Spanish train) contract to Mecca. There is also confusion because 65 million went to an account of Corinna Larsen, the king’s dangerous liaison, about whom tapes have conveniently been leaked with sinister characters from the sewers of the state and enemies of the monarchy.
Since then, it has been Don Felipe who reigns, willing to maintain “honest and transparent conduct.” On becoming aware of these accounts, he immediately renounced any type of economic inheritance, and has withdrawn the assignment to his father. This seems to have been an extremely difficult decision, excessive for many, but Don Felipe has an obligation to maintain the monarchy. As his grandfather, Don Juan, said emotionally when he renounced his dynastic rights in favor of Don Juan Carlos: “Majesty, for Spain, everything for Spain! Long live Spain, long live the king!”
In today’s Spain, the Corinnavirus bombshell spreads alongside the coronavirus tragedy. Communist government partners and radicals seeking independence alike wrangle to break the unity of Spain attempting to take advantage of a precarious moment to overrun the monarchy.
But they cannot, because the people are much closer to their kings than to them. With old-fashioned country humor, the rumor is that in recent years Don Juan Carlos has been so cunt-struck that he has lost his mind because of Larsen, an adventuress and blackmailer. As a result perhaps the king has made mistakes, but who has not?
In balance, the king has been overwhelmingly positive for the history of Spain.
¡Viva el rey!
(The article in its original Spanish immediately follows.)
Don Juan Carlos ha sido uno de los mejores reyes de la historia de España. Su labor personal fue fundamental para traer la democracia y actual Constitución de forma pacífica, en unos momentos convulsos en que tanto el pueblo y las Fuerzas Armadas se portaron generosamente. Desbarató el golpe de Estado en 1981. Domina con maestría la política del gesto—que llega a todo el mundo de manera más efectiva que cualquier discurso—y nadie duda que ha sido el mejor embajador de España, logrando apertura de relaciones, prestigio y concordia.
La monarquía parlamentaria ha ayudado al espectacular desarrollo de España y, al contrario que demasiados políticos oportunistas que solo piensan a cuatro años, siempre ha estado a la altura. Por encima de cualquier romanticismo anacrónico o una estética muy superior a cualquier república, la Monarquía tiene una utilidad real, que sirve antes de servirse, y simboliza la unión de todos los pueblos de España.
Tal vez por eso es atacada de manera vil en la persona de Don Juan Carlos, que, aunque haya abdicado a favor de Don Felipe, también sigue siendo el rey. Solo los cursis le llaman Emérito. Los mismos cursis o puritanos que consideran como un pecado mortal la sospecha que un rey tenga amantes, que sea cazador, beba alcohol o fume puros; los mismos tibios que se escandalizaban cuando soltó un antológico “Por qué no te callas,” parando la diarrea verbal de un tirano venezolano.
Pero ha sido su relación con Corinna Larsen la que le ha puesto contra las cuerdas de la influencia mediática, con el ataque furibundo de muchos periodistas que siempre le tuvieron ganas. Su viaje a Botsuana sigue coleando. Ahí se rompió la cadera, se montó el escándalo y se inició la caza al rey. Pero, gran conocedor del pueblo español, Don Juan Carlos sorprendió y pidió perdón (algo que ningún político, y mira que los hemos tenido nefastos, hizo jamás).
Y ahora Anticorrupción le investiga por su vinculación con unas cuentas de cien millones de euros en paraísos fiscales, que vienen de esos años nefastos. Se piensa que son comisiones por el contrato del AVE a La Meca. También hay estupor porque 65 millones fueron a pasar a una cuenta de Corinna Larsen, de quien, encima, se han filtrado audios a conveniencia con siniestros personajes de las cloacas del Estado, enemigos de la monarquía.
Desde entonces es Don Felipe quien reina, dispuesto a mantener “una conducta íntegra, honesta y transparente.” Al tener conocimiento de tales cuentas renunció inmediatamente a cualquier tipo de herencia económica y, trago terrible, ha retirado la asignación a su padre. Esta ha sido una decisión muy dura, excesiva para muchos, pero Don Felipe tiene la obligación de mantener la Monarquía. Tal y como su abuelo, Don Juan, dijo emocionado cuando renunció a sus derechos dinásticos en favor de Don Juan Carlos: “¡Majestad, por España, todo por España! ¡Viva España, viva el rey!”
Y en la España actual la bomba del corinnavirus se mezcla con la tragedia del coronavirus. Comunistas socios del gobierno y radicales independentistas que desean romper la unidad de España, quieren aprovechar el momento para cargarse la Monarquía.
Pero no podrán, pues el pueblo está mucho más cerca de sus reyes que de ellos. Con coña fresca y marinera corren los chismes de que en estos últimos años Don Juan Carlos se encoñó y perdió el seso por una aventurera chantajista, que ha tenido sus errores, ¿y quién no?, pero saben que su balance ha sido abrumadoramente positivo para historia de España.
¡Viva el rey!